De las zonas lacustres michoacanas, llega al mundo un pequeño tamalito en forma triangular llamado “Corunda”. Es un platillo de origen prehispánico que se encuentra en dos principales variedades “De manteca” o “De ceniza”; generalmente se sirven bañadas en una salsa de jitomate con chile verde, crema, queso y en ocasiones carne de puerco.
Pero… ¿Cómo un platillo prehispánico puede tener manteca?
Las corundas sí son de origen prehispánico, de hecho, se cree que su nombre viene del purépecha “K´urhaunda” que significa “Tamal”. Pero como es bien sabido por todos, con la llega de los españoles y la aparición de nuevos ingredientes para ambos mundos, muchos de los principales platillos se vieron influenciados y algunos otros surgieron.
Evidentemente es proceso de sincretismo no es exclusivo de la relación América / Europa, pues se algo que se ocurrido de manera recurrente en la historia de la humanidad y dio origen a la idea de Aldea Global.
Para regresar al caso concreto de las corundas y el cual es tema central de este texto, recordemos que existen dos tipos principales “De manteca” o “De ceniza”.
De las de manteca podremos decir que son unas pirámides de maíz esponjoso y son la versión influenciada para la llegada de los ingredientes ibéricos; caso contrario las de ceniza que son: una versión no esponjosa, más parecida a un panecillo. Características, que suponemos, son más parecidas a las K´urhaundas.
Finalmente es importante resaltar que las corundas se enrollan en hojas de milpa o carrizos, y no en las hojas de mazorca como el resto de los tamales. Es muy importante porque durante la cocción la masa toma un muy ligero color verdoso y un sabor peculiar.
La recomendación: prueben las corundas solo con la salsa, queso y crema… Todo los demás es vanidad